Las terapias dirigidas contra el cáncer, que están diseñadas para atacar las células cancerosas sin dañar las células normales que las rodean, han revolucionado los tratamientos oncológicos, mejorando la eficacia y reduciendo los efectos secundarios en comparación con los tratamientos más tradicionales.
Pero un efecto secundario de la terapia dirigida –una erupción facial prominente que se parece al acné– ha causado un impacto tan adverso que incluso está disuadiendo a algunos pacientes de continuar con su régimen de tratamiento planificado.
Y este es un problema que la startup israelí EMRIS Pharma ha abordado con un nuevo ungüento cuidadosamente formulado que los pacientes aplican sobre su piel.
Según la Sociedad Estadounidense del Cáncer, el efecto secundario más frecuente de las terapias dirigidas es la erupción cutánea; su aparición y gravedad dependen del tipo y la dosis del tratamiento. Esta erupción, que se parece al acné, suele aparecer en la cara y, en algunos casos, en otras zonas normalmente visibles, como el cuello, el cuero cabelludo y la parte superior de la espalda.
Y aunque la erupción desaparece una vez finalizado el tratamiento, resulta tan traumática para algunos pacientes que dejan de salir a lugares públicos o reducen la frecuencia del tratamiento o lo interrumpen por completo.
La Dra. Sharon Merims, directora científica y cofundadora de EMRIS, explica a NoCamels que alrededor del 90% de los pacientes que reciben terapias dirigidas tienen algún tipo de toxicidad cutánea.
“El perfil de la erupción cutánea es muy problemático porque afecta la cara”, dice Merims. “Los pacientes presentan una erupción facial muy particular, que supone un gran problema para su calidad de vida. Es comprensible que, una vez que aparece en la cara, no puedan llevar una vida normal”.
Merims comenzó a trabajar en una solución hace ocho años junto con la cofundadora y directora técnica de EMRIS, la profesora Ofra Benny, especialista en sistemas de administración de fármacos de la Universidad Hebrea de Jerusalem.
Las dos analizaron las posibilidades de una solución tópica para este problema, que causa angustia entre las personas que ya están lidiando con las implicaciones de un diagnóstico de cáncer.
Lo que estaban contemplando, explica, era una terapia dirigida para controlar los efectos secundarios de una terapia dirigida.
“Comencé a pensar en una idea”, dice. “¿Qué pasaría si pudiéramos producir un agente bloqueador que pudiéramos aplicar de forma tópica, solo sobre la piel, que impidiera que el medicamento contra el cáncer se conecte al receptor solo en el sitio de toxicidad?”.
Durante su investigación sobre la posibilidad de tratar esta erupción localmente, los dos encontraron la “potente molécula principal” que forma la base del ungüento EMRIS que evita –como esperaba Merims– que la terapia dirigida afecte las células de la piel.
La terapia dirigida contra el cáncer se basa en una sustancia que es un inhibidor del receptor del factor de crecimiento epidérmico (EGFR). Esta sustancia bloquea la actividad del EGFR, que está relacionado con el crecimiento celular y se encuentra en muchas células. Al bloquear el EGFR, el tratamiento tiene como objetivo evitar que las células cancerosas crezcan, pero también provoca el efecto secundario en la piel, ya que el inhibidor del EGFR se adhiere al EGFR en las células cutáneas normales.
La empresa se creó en 2023 junto con su tercer cofundador, el Dr. Lyora Aharonov, un experto en investigación biológica con una gran experiencia en gestión de I+D. La financiación provino de la Autoridad de Innovación de Israel, la rama del gobierno dedicada a impulsar el sector de alta tecnología del país en el ámbito nacional e internacional.
La startup también recibió asistencia de Yissum, la empresa de transferencia de tecnología de la Universidad Hebrea, que ayudó a licenciar EMRIS.
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