¿Somos impacientes?

Desde la adicción hasta la toma de decisiones cotidianas, la impulsividad da forma a gran parte de nuestro comportamiento. La dopamina, el tamaño de la recompensa y las expectativas aprendidas se combinan para empujarnos a acciones prematuras, incluso cuando sabemos que no es así.

¿Por qué a veces actuamos impulsivamente incluso cuando sabemos que nos va a costar? Un nuevo estudio dirigido por el profesor Eran Lottem del Centro Edmond y Lily Safra para las Ciencias del Cerebro (ELSC) de la Universidad Hebrea de Jerusalem ofrece una respuesta esclarecedora: la impulsividad es una consecuencia predecible de cómo nuestros cerebros procesan el valor.

El estudio revela que cuanto más valiosa se percibe una recompensa, más difícil se vuelve resistir la tentación de actuar prematuramente, incluso cuando esperar conduciría a un mejor resultado. Este hallazgo paradójico sugiere que el comportamiento impulsivo puede entenderse como una forma de sesgo pavloviano, donde las recompensas anticipadas desencadenan automáticamente la acción, incluso cuando esa acción es inapropiada.

Para explorar este fenómeno, el profesor Lottem y sus colegas de la Universidad Hebrea, incluidos Zhe Liu, Robert Reiner y el profesor Yonatan Loewenstein, entrenaron a ratones para realizar una tarea de espera en la que tenían que retrasar su respuesta para recibir recompensas de agua de diferentes tamaños. El equipo descubrió que los ratones eran significativamente más propensos a actuar prematuramente cuando estaban en juego recompensas más grandes.

El equipo desarrolló un modelo computacional de aprendizaje por refuerzo que integró el sesgo pavloviano para explicar este comportamiento. También utilizaron fotometría de fibra para monitorear la liberación de dopamina en el cuerpo estriado ventral, una región del cerebro involucrada en el aprendizaje de valores y la toma de decisiones, y la estimulación optogenética para manipular directamente las señales de dopamina.
Sus hallazgos confirmaron que la actividad de la dopamina predijo e influyó en la impulsividad de los animales, con mayores recompensas esperadas que impulsaron una mayor tentación para actuar.

“Nuestros resultados muestran que el comportamiento impulsivo no es necesariamente irracional, a menudo está vinculado a cómo hemos aprendido a valorar los resultados a lo largo del tiempo”, dijo el profesor Lottem. “El sistema de recompensa del cerebro puede empujarnos a actuar antes de pensar, especialmente cuando se trata de recompensas de alto valor”.

Estos conocimientos pueden tener implicaciones más amplias para la comprensión de los trastornos del control de los impulsos, como el TDAH, el juego y la adicción. Al vincular la impulsividad con la valoración de la recompensa y la dinámica de la dopamina, el estudio ofrece un nuevo marco para estudiar -y potencialmente tratar- el comportamiento autodestructivo.

El trabajo de investigación titulado “Value Modulation of Self-Defeating Impulsivity”, ya está disponible en Biological Psychiatry.

Investigadores:
Zhe Liu1, Robert Reiner1, Yonatan Loewenstein2, Eran Lottem1.

Instituciones:
1) Centro Edmond y Lily Safra para las Ciencias del Cerebro, Universidad Hebrea de Jerusalem.
2) Instituto Alexander Silberman de Ciencias de la Vida, Departamento de Ciencias Cognitivas y del Cerebro y Centro Federmann para el Estudio de la Racionalidad, Universidad Hebrea de JerusalemIsrael.