Los rostros de las personas evolucionan para adaptarse a sus nombres

Un nuevo estudio revela que el nombre de una persona puede influir en su apariencia facial con el tiempo. Utilizando pruebas de percepción humana y aprendizaje automático, la investigación encontró que los rostros de los adultos pueden coincidir con sus nombres con mayor precisión que el azar. Sin embargo, este efecto no se encuentra en los rostros de los niños, lo que sugiere que la congruencia entre la cara y el nombre se desarrolla a medida que los individuos envejecen en lugar de estar presente desde el nacimiento. Esta “profecía autocumplida” pone de relieve cómo las expectativas sociales pueden moldear sutilmente la apariencia física.

El debate sobre el significado de los estereotipos es de larga data. ¿Son portadores de un factor inherente, hereditario, donde, por ejemplo, los niños y las niñas difieren biológicamente, o es la influencia de las expectativas sociales?
Si bien los efectos de la herencia son relativamente sencillos de medir, aislar y medir empíricamente el impacto del medio ambiente es mucho más desafiante.

Un nuevo estudio dirigido por la Prof. Ruth Mayo de la Universidad Hebrea, junto con el Dr. Yonat Zwebner, el Dr. Moses Miller, el Prof. Jacob Goldenberg de la Escuela de Negocios Arison de la Universidad Reichman y Noa Grobgeld de la Universidad Hebrea, ha logrado un logro innovador al demostrar el impacto significativo de la estructuración social. Se descubrió que esta influencia es tan poderosa que incluso puede cambiar la apariencia facial de una persona.

El estudio ha descubierto evidencia intrigante de que el nombre de una persona puede influir en su apariencia facial a medida que envejece. Esta investigación, que combina pruebas de percepción humana y técnicas avanzadas de aprendizaje automático, ofrece nuevos conocimientos sobre la compleja interacción entre las expectativas sociales y el desarrollo de la identidad personal.

Basándose en hallazgos anteriores de que los rostros de los adultos pueden coincidir con sus nombres en niveles superiores al azar, el equipo del profesor Mayo trató de determinar si esta congruencia entre la cara y el nombre está presente desde el nacimiento o se desarrolla con el tiempo.

Entre las principales conclusiones se encuentran:

  • Tanto los adultos como los niños podían hacer coincidir con precisión los rostros de los adultos con sus nombres por encima de los niveles de probabilidad.

  • Ni los adultos ni los niños pudieron hacer coincidir los rostros de los niños con sus nombres por encima de los niveles de probabilidad.

  • Los algoritmos de aprendizaje automático encontraron una mayor similitud entre las representaciones faciales de los adultos que comparten el mismo nombre en comparación con las que tienen nombres diferentes.

  • Esta similitud facial basada en el nombre no se observó entre los niños.

  • Las imágenes envejecidas artificialmente de los rostros de los niños no mostraron el efecto de coincidencia entre el nombre y el rostro que se observa en los rostros de los adultos.

“Estos resultados sugieren que la congruencia entre la apariencia facial y los nombres no es innata, sino que se desarrolla a medida que los individuos maduran”, explica la profesora Mayo. “Parece que las personas pueden alterar su apariencia con el tiempo para ajustarse a las expectativas culturales asociadas con su nombre”.

Esta “profecía autocumplida” pone de relieve el profundo impacto que tienen los factores sociales. El estudio sugiere que incluso las etiquetas sociales aparentemente arbitrarias, como los nombres, pueden moldear nuestra apariencia de maneras sutiles pero medibles.

La investigación plantea preguntas fascinantes sobre la formación de la identidad y los efectos a largo plazo de las expectativas sociales en el desarrollo individual.

La profesora Mayo enfatiza que se necesita más investigación para comprender completamente los mecanismos detrás de este efecto de coincidencia de nombres de rostros y sus implicaciones más amplias. Sin embargo, este estudio representa un importante paso adelante en la comprensión de cómo los factores sociales dan forma a lo que nos convertimos.

Dos ejemplos de ensayos en estudio. (A) es un ejemplo del conjunto objetivo de adultos (izquierda). (B) es un ejemplo del conjunto objetivo de niños (derecha).
Dos ejemplos de ensayos en estudio. (A) es un ejemplo del conjunto objetivo de adultos (izquierda). (B) es un ejemplo del conjunto objetivo de niños (derecha).

El artículo de investigación titulado “Can names shape facial appearance”, ya está disponible en PNAS.

Investigadores:
Joenat Joebner1, Moses Miller2, Noah Grubgeld3, Jacob Goldenberg1,4, Ruth Mayo5.

Instituciones:
1) Departamento de Marketing, Escuela de Negocios Arison, Universidad Reichman.
2) Departamento de Ciencia de Datos, Escuela de Negocios Arison, Universidad Reichman.
3) Psicología Clínica Infantil y Educativa, Escuela de Educación Seymour Fox, Universidad Hebrea de Jerusalem.
4) Departamento de Marketing, Escuela de Negocios de Columbia, Universidad de Columbia.
5) Departamento de Psicología, Universidad Hebrea de Jerusalem.