Lo impuso la cohesión gobernante en 1985, cuando el país estaba al borde del default; la Argentina lo intentó de manera similar con el plan Austral.
Después de las guerras de 1967 y 1973 y las crisis petroleras de los ‘70, Israel tenía grandes problemas en su economía. A mediados de los ‘80 la inflación rondaba el 500% anual. En 1985 puso en marcha un plan que la controló y la dejó en niveles de entre 1% y 3% al año. La clave, dice a LA NACION Esteban Klor, fue el acuerdo político que permitió la sanción de una serie de leyes y reformas que perduran en el tiempo.
Docente plenario y titular de Economía Política de la Universidad Hebrea de Jerusalem e investigador principal de la Fundación Israelí de Ciencia y del Centro de Investigaciones Políticas Económicas, el cordobés, que lleva casi 20 años en Israel, enfatiza que el plan de ajuste que se puso en marcha logró el “consenso” de todos los sectores políticos, los empresarios y los trabajadores. “En la Argentina se intentó algo parecido con el plan Austral, pero no funcionó, tal vez por el contexto social y político”, dice.
Israel estaba al borde del default; Estados Unidos había determinado que debía resolver solo sus problemas, el gasto público rondaba 76% del PBI, el déficit fiscal era del 17,3% del producto y, en buena medida, se financiaba con emisión de moneda. La deuda pública representaba 220% del PBI. Ese fue el punto de partida del plan.
Klor plantea que, entre las leyes más importantes, se aprobaron la de independencia del Banco Central (tiene prohibido imprimir divisas); varias reformas como privatizaciones de empresas estatales y la que establece que si no se aprueba la ley de presupuesto se debe formar nuevamente gobierno (la israelí es una democracia parlamentaria). El Ministerio de Economía tiene potestad absoluta para monitorear el cumplimiento del presupuesto.
La alianza entre Shimon Peres, del Partido Laborista (centro izquierda), y Ytzhak Shamir, del Likud (derecha), había intentado dos veces un plan, sin éxito. Finalmente, el 1° de julio de 1985 avanzaron en el diseño de un plan con economistas de Estados Unidos y anunciaron las herramientas que también incluyeron -repasa Klor- congelamiento de precios y salarios, un tipo de cambio fijo entre el shekel y el dólar, subsidios a productos básicos y ayudas sociales a los sectores sociales más vulnerables.
“Que sin presupuesto caiga el gobierno y se deba formar otro genera más compromiso en la aprobación -dice el especialista-. El déficit se determina por ley de antemano y se fija un máximo permitido por cinco años, por ejemplo. Claro que puede haber cambios, pero tienen costo político”, completa.
La inflación, en los primeros años, bajó paulatinamente. A fines de los ‘80 se redujo a cerca del 100% anual , después al 20% y desde hace unos 15 años entre uno y dos por ciento al año. En el caso del tipo de cambio, después de ser fijo por un período y en otro se movió entre bandas, finalmente quedó totalmente libre.
Klor menciona que después de la devaluación inicial hubo, incluso, en los últimos 15 años una apreciación del shekel del 25% (alrededor de tres shekel por dólar).
“La credibilidad se mantuvo siempre; las leyes claves llevan 35 años -plantea Klor-. Hubo una década con mucho crecimiento de la economía y presiones para aumentar el déficit, pero todo el sistema político logró que se mantenga la disciplina fiscal. Se coincidió en que para ampliar el gasto debía pasar lo mismo con los impuestos”. La presión impositiva israelí está en el promedio de la OCDE, en 32% del PBI.
Señala que hubo una recesión después del plan, un incremento en el desempleo y una baja en el nivel de vida que duró hasta finales de los ‘80, pero a principios de los ‘90, la economía israelí vivió un “boom” y empezó a crecer fuerte. En esos años recibió a un millón de inmigrantes de los países de la exUnión Soviética.
Por Gabriela Origlia
Fuente: La Nación (Argentina)