Si pudieras viajar en el tiempo 100.000 años atrás, te sorprenderías al ver diferentes grupos de humanos, incluidos los más modernos (similares a nosotros en su anatomía), los neandertales y los… denisovanos.
Si bien se han encontrado muchos restos de neandertales en Europa y Asia, la primera evidencia de denisovanos se descubrió recién en 2008 e incluye solo tres dientes, un hueso meñique y una mandíbula inferior. Por eso es probable que nunca hayas oído hablar de ellos.
Se cree que los denisovanos vivieron en Siberia y Asia oriental hasta extinguirse por razones desconocidas hace aproximadamente 50.000 mil años.
Ahora, como se informó recientemente en la revista científica Cell, un equipo dirigido por investigadores de la Universidad Hebrea de Jerusalem produjo reconstrucciones de estos “parientes” humanos perdidos hace mucho tiempo.
Para hacerlo, fueron necesarios tres años de intenso trabajo utilizando mapas de vanguardia que muestran patrones de metilación (cambios químicos) en el ADN extraído de ese hueso meñique encontrado en una cueva en Siberia.
Primero, los científicos compararon los patrones de metilación del ADN entre los tres grupos humanos para encontrar regiones en el genoma que estaban metiladas de forma diferencial.
Luego, buscaron evidencia sobre cómo esas diferencias podrían traducirse en características anatómicas en función de lo que se sabe sobre los trastornos con los que los mismos genes pierden funcionalidad.
“En muchos sentidos, los denisovanos se parecían a los neandertales y en algunos aspectos a nosotros. En otros, eran únicos”, explicó el Prof. Liran Carmel, autor principal del estudio y Director del Instituto para las Ciencias de la Vida de la Universidad Hebrea.
En la primera reconstrucción en el mundo sobre la anatomía esquelética de los denisovanos, Carmel y su equipo identificaron 56 características orgánicas que los diferencian de los humanos y neandertales modernos. 34 de ellas sólo en el cráneo.
Sí, la cabeza de un denisovano era más ancha y probablemente tenían un arco dental más largo y sin mentón.
Carmel y sus colegas concluyeron que, tal como los neandertales, los denisovanos tenían la frente inclinada, la cara larga y la pelvis grande.
¿Estos rasgos arrojan luz sobre el estilo de vida denisovano? ¿Podrían explicar cómo sobrevivieron al frío extremo de Siberia?
“Todavía queda un largo camino por recorrer para responder a estas preguntas, pero nuestro estudio arroja luz sobre cómo los denisovanos se adaptaron a su entorno y destaca rasgos que son únicos para los humanos modernos, y que nos separan de estos otros grupos humanos hoy extintos”, explicó Carmel.
Hasta el 6 por ciento de los actuales melanesios y aborígenes australianos tienen ADN de denisovanos. Según estos científicos, el ADN de denisovanos probablemente también contribuyó a la capacidad de los tibetanos modernos para vivir en grandes altitudes y a la de los esquimales para soportar las heladas temperaturas árticas.
En cuanto a la precisión del perfil que crearon de los denisovanos, Carmel afirmó: “Uno de los momentos más emocionantes ocurrió semanas después de que enviáramos nuestro artículo para una revisión. ¡Nuestros colegas habían descubierto una quijada de un denisovano! Rápidamente comparamos este hueso con nuestras predicciones y descubrimos que coincidía perfectamente. Sin siquiera planearlo, recibimos una confirmación independiente de nuestra capacidad para reconstruir perfiles anatómicos completos, utilizando ADN que extrajimos de la punta de un dedo”.
Colaboraron en la investigación: David Gokhman, estudiante de doctorado en el Departamento de Genética de la Universidad Hebrea de Jerusalem, Yoel Rak, de la Universidad de Tel Aviv, y Tomas Marques-Bonet, del Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona.
La financiación provino de la National Geographic Society, la Clore Israel Foundation, MINECO/ FEDER, la Howard Hughes International Early Career, La Caixa y Secretaria d’Universitats i Recerca de Catalunya y el CERCA de la Generalitat de Catalunya.