El historiador y educador dijo que “más del 30% de la población tiene prejuicios sobre el judaísmo”.
Historiador y educador, el Ph. D. israelí Yossi Goldstein se ha especializado en el estudio y la transmisión del Holocausto y su impacto en la actualidad. En la Universidad Hebrea de Jerusalem orientó sus investigaciones al judaísmo contemporáneo y latinoamericano. Es docente del Centro Melton de la Universidad Hebrea de Jerusalem y de la Escuela Internacional de los Estudios de Holocausto de Yad Vashem. Es autor de más de 40 artículos académicos y del libro “Los luchadores judíos: Capítulos heroicos en la historia del pueblo judío” (Hojas del Sur, 2018) con Eduardo Kovalivker. En diálogo con El País, analiza los nuevos discursos antisemitas.
-¿Cuánto ha aumentado el antisemitismo y qué características tiene hoy en día?
-Depende del país y el contexto. El aumento más significativo se da en las redes sociales. Por ser una autopista de libre circulación, tiene acceso mucha gente y eso impulsa el ascenso de fuerzas radicales que incluyen sectores antisemitas. Se manifiesta más que nada a través de negadores del Holocausto; lo hemos visto recientemente en el caso del músico y rapero Kanye West en Estados Unidos. Y, como la libertad de expresión en EE.UU. es total, constitucionalmente garantizada, no se pena la expresión de ideas racistas y antisemitas. Hay una base muy fuerte de sectores supremacistas blancos en EE.UU. y eso repercute también en la política nacional e internacional. En Europa se está dando el fenómeno a través de fuerzas de derecha, no siempre en forma explícita, directa; muchas veces es a través de las fuerzas de la derecha nacionalista. También hay manifestaciones que llamamos “antisemitismo popular”, que se da mucho por ignorancia, por ejemplo, en las canchas de fútbol en países donde la simbología nazi no está prohibida. Vemos no solo cánticos sino banderas con esvásticas. Eso es un antisemitismo popular que es prejuicioso, que busca al chivo expiatorio y ve al judío como una de las posibles expresiones. Eso es menos peligroso, porque no se reproduce a nivel de las elites y de la clase gobernante.
-¿Qué forma toma en Latinoamérica? ¿Es un antisemitismo por ignorancia?
-El nazismo hizo mucha propaganda a través de las embajadas alemanas en países latinoamericanos. Eso prendió, si bien fue luego aletargado y quedó debajo de la alfombra. Y yo creo que sí, muchos de los prejuicios son por ignorancia. Vemos en los sondeos muchísima gente, el 30% de la población adulta en muestreos representativos. Esto refleja un fenómeno: que el judío sigue ocupando en algunos sectores el lugar histórico del extranjero que constituye una amenaza. Afortunadamente, en Uruguay se manifiesta mucho menos. Es un país con tradición laica. En el sondeo de la Liga Antidifamación norteamericana en 2014 encontramos que más del 20% de los adultos tenían prejuicios, pero no le adjudicaría un peligro, una amenaza. En otros países, Argentina por ejemplo, hay una tradición mucho más profunda de prejuicios antijudíos. Quizás por tendencias populistas de derecha que marcaron la historia argentina moderna. Ahora; hay que agregar otro fenómeno actual: la asociación entre los judíos, el sionismo y el estado de Israel. Es polémico, hay mucha discusión al respecto, pero en Latinoamérica prendió una definición de la Alianza Internacional a la Recordación del Holocausto (IHRA, por sus siglas en inglés). La definición es polémica. Yo estoy a favor, quiero aclarar. No tiene un asidero jurídico; cada país tiene que definir si la adopta o no. Pero se habla de antisemitismo como un ataque contra instituciones e individuos judíos. Lo más polémico, que se dio en sectores de la academia en Israel, fue un intento de decir que siete de los 11 argumentos de la IHRA para definir el antisemitismo están ligados al Estado de Israel. Por ejemplo, la deslegitimación, el doble estándar, la equiparación entre Israel y los judíos del mundo. La transformación del sionismo, en lugar de ser una ideología nacional del siglo XIX como otras ideologías nacionalistas con diversos carices internos, en símbolo y síntesis del racismo, como se dio en las Naciones Unidas en 1975, algo que años después se derogó. El debate radica en ver cuál es el límite, la línea roja, para transformar en un antisionista antiisraelí en un antisemita.
-La línea es muy fina.
-Sí, hay un debate incluso entre círculos progresistas judíos, académicos. La definición de la IHRA es menos permisiva. Si bien hay un consenso en que una crítica a las conductas y políticas de los distintos gobiernos israelíes es legítima, así como lo es dentro del Estado de Israel, un llamado a la destrucción del Estado de Israel como un Estado judío soberano es considerado antisemita. Para sectores progresistas, eso no es suficiente para ser definido como antisemita. El trasfondo es que hay una crítica a la manipulación de la definición del concepto antisemitismo. Se abusa de él para rechazar ideas críticas. Ese es el debate.
-¿Y hay un abuso del concepto?
-Está demostrado que en Israel el discurso sobre el Holocausto es, no diría exagerado, pero sí excesivo, por razones naturales históricas. Por ejemplo, toda amenaza de Irán ya se la equipara con un posible Holocausto. Hay sensibilidades históricas comprensibles. Las amenazas del presidente egipcio (Gamal Abdel) Nasser antes de la Guerra de los Seis Días, de arrojar a todos los judíos al mar -que fue una expresión claramente antisemita-, generaron un pánico en Israel. Una asociación inmediata, un trauma ligado a la memoria del Holocausto. Eso queda todavía, y es también utilizado políticamente. El gran debate ahora es en torno al movimiento BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones), que habla de Israel como un apartheid al estilo Sudáfrica. El debate es si el movimiento por sí mismo es antisemita. Mi tendencia es que es una coalición de movimientos críticos contra Israel que tiene sectores antisemitas. Roger Waters, por ejemplo, cuando en sus conciertos utiliza el símbolo de un enorme cerdo con una estrella de David; eso es claramente antisemita, no hay debate al respecto. Dentro de este marco se mueven las críticas y los debates.
-Putin habla de desnazificar ucrania. Zelenski dice que Putin es la reencarnación de Hitler. ¿Cómo ve esto en un contexto de guerra?
-Me parece espeluznante lo que hizo Putin. Atacar infraestructuras civiles a propósito en forma premeditada linda con prácticas genocidas. Eso sin negar que desde el lado ucraniano se hayan podido cometer atrocidades. El argumento central de Putin no tiene asidero. Ucrania no es un país nazi. ¿Qué significa definir a ucrania como un país nazi? Hay fuerzas ultranacionalistas y antisemitas como las hubo -y las hay- en Rusia también. Por consiguiente, me parece un mero pretexto para tratar de invadir y anexar Ucrania recuperando ya ni siquiera la vieja Unión Soviética, queriendo reinstalar la idea de un imperio ruso más importante que otras potencias. Hay una cosmovisión peligrosa. Lo de desnazificar Ucrania es pura propaganda, más allá de que haya movimientos antisemitas. Ucrania es un país con una historia antisemita muy profunda, muy sistemática, con colaboración de amplios sectores, con los ocupantes nazis durante la Segunda Guerra Mundial a partir de la Operación Barbarroja en 1941. Incluso hubo colaboración de unidades ucranianas como fuerza auxiliar a las SS en los campos de exterminio. Hay muchos judíos progresistas que dicen que no podemos apoyar a Ucrania, pero la cuestión no es apoyar a Ucrania, es defender el derecho internacional de toda nación a la autodeterminación, el respeto a fronteras, hacia las decisiones aunque sean definidas como amenazantes. Y negociar. Si el problema de Putin era que Ucrania no se pliegue a la OTAN, lo hubiera obtenido igual.
-¿Qué se sabe sobre la recepción de israelíes en Qatar?
-Qatar abrió las puertas a israelíes. Se estima más de 20 mil israelíes visitaron el país. Incluso permitió vuelos directos. Básicamente, dijo que durante el mundial el conflicto queda afuera. Pero hay millones de turistas, muchos de ellos de países árabes, de Irán, y son muy hostiles con Israel. Eso repercute también en la confrontación en la calle, entre adherentes de distintos países. No así con otros países del golfo pérsico; Israel tiene relaciones diplomáticas plenas con los Emiratos Árabes Unidos y hay relaciones no formales con otros países. Así como hay enfrentamientos violentos entre hinchadas, también se puede expresar eso en la calle. Así lo entiendo yo sin aceptarlo. No nos olvidemos que Qatar dijo que es paladín de la defensa de la causa palestina, así se autodefine. Mundial o no, ese bagaje existe.